Carne de Reloj

CIERTAS MUERTES

En la esquina que forman las calles de chopo y sor juana,
cerca de insurgentes,
en la colonia santa maría la ribera
(donde viví dos vidas
y de esto ya hace tiempo),
exactamente en el café de chinos,
donde dejé empeñado mi reloj un día,
vivía una muchacha de la que no recuerdo
sino algún trozo de cabello,
un pedacito de sonrisa
y alguna brevedad que ahora extravío;
esa muchacha que ya no sé
por qué me vino al poema
ha muerto, no se bien, o quizá sea un sueño;
esa muchacha de la que no recuerdo
sino fragmento de menuda tristeza
llegaba a veces a reír en el alma;

ahora que supe o sospeché
que esa muchacha murió hace una semana
me ha invadido la vida más allá de la pena
y no se por qué coños siento que está gritándome
que me salga a mojar bajo la lluvia.

Juan Domingo Argüelles

Llevo 6 días pensando en que hace un año yo estaba en México, y sé que parece obsesivo, -pero me tiene sin cuidado el hecho-, porque estoy conciente de que podría estar enfermizo mi afán de saberme allá, imaginarme allá, quitándome el acento de aqui sin ponerme el de allá, con la raza de allá, con la lluvia menuda de allá, con el aroma de allá, con las miradas arrebatadas de allá, caminando yo sola por los andenes del metro con una emoción y ansiedad que ni puedo describir a la hora de bajarme y por los escalones subir a madre para ver lo que el DF me depara: un nuevo edificio, una nueva avenida, unos árboles más frescos y con varias tonalidades de verde, nuevas personas, siempre nuevas que parecen iguales. Hasta el hecho de estar comiendo pozole en la casa de Gibrán para festejar su cumpleaños número 25 y tomando una wama Indio con la banda, para después chutarme en el Bull Dog a Sussie 4, otra vez y muchas más, así sin perder el asombro y contando cada día para poder irme, cada semestre de la escuela, hasta que por fin este allá, porque nunca he deseado tanto algo como el estar allá...