Carne de Reloj

Fue en la calle cuarta y poco antes de la Victoria donde nos encontramos... ella anciana, vanidosamente inclinada ante el sol y con los ojos guardados. Su figura y sus labios descuidados habian captado mi atención, a pesar de que lo más común hubiera sido sentir lastima por esa mujer que pedía limosna.
Pase frente a ella, como los cientos de transeuntes que dejan y se llevan sus pasos de regreso... no cause ningún gesto o expresión, ella fue completamente inmune a mi languida presencia.
Ya en Cátedral sentí la morbosa necesidad de regresar y captarla... así de simple y sin pensarlo... -tomarle una foto sin pose a esa anciana- me repetí en dos ocasiones como queriendo convenserme.
Atrapé dos monedas perdidas del bolsillo izquierdo de mi pantalón, queriendo pagar con ellas ese instante que me llevaría sin permiso de su rutinaria vida... por unos segundos estuve revisando la fluidez del lugar y hasta el rostro sucio de los niños que pasaban comiendo paletas de la mano de sus obesas madres. Un poco nerviosa encendía y apagaba la cámara, aún no convencida de hacer lo correcto... Pensé que talvés no tenía sentido tomarle una fotografia, pues ella por sí misma era una... -captada, sin movimiento, congelada en un instante-... el vaso de limosna seguía en su mano derecha, con los ojos cerrados y sus delgadas piernas cruzadas, yo por mi parte eliminé el flash de la cámara, no quería que por alguna razón ella lo percibiera y se molestara.
Fue hasta cuando se quedó desolada la calle, que cruce subjetiva, aunque con objetiva prudencia... me paré con moderada distancia a su lado izquierdo; el miedo no me permitió un encuadre mejor, de hecho en ese momento sólo queria tomar la foto para abastecer mi morbo y largarme, sin importar la calidad, -como si en algún momento me hubiese interesado una fotografía artística-.
Uno, dos, tres y click...caminé, deposite las dos monedas en el vaso, dejando la paga de lo que no empezaba a sentir correcto, sino más bien una falta de respeto... en el preciso momento en el que el sonido del metal se fundió con el del vaso vacio, ella abrió sus ojos...eran como dos aceitunas... tan grandes como los de una muñeca de porcelana y con una voz segura que me recordó a la mía, por no ser aguda, sino más bien ronca, me dijo –¿no crees que invades mi privacidad?-, ahora era yo la que estaba congelada en ese instante, inmutada ante sus palabras, su voz y mi silencio hicieron un cambio de roles.
Mi susto habló –¿y usted sólo abre los ojos cuando le depositan monedas?-, una pequeña sonrisa le apareció en el arrugado y moreno rostro, que sólo me dejo ver lo grotesco de sus labios, -no te asustes- me dijo, y continúo -¿porque me tomaste la foto?, ¿es para un trabajo de la escuela o no mas porque si?... mi silencio prevalecia, a pesar de que raras ocaciones alguien logra impresionarme y dejarme callada. –¿estudias una de esas carreras nuevas?- volvió a cuestionar...
-Yo... yo sólo... sí, voy a mi primer clase de fotografia- tartamudeando y batallando para hilar letras. Toda la figura que le había contemplado antes desvanecio, ante el garbo que instantaneamente la mujer habia formado frente a mis ojos.
En ese momento tomó una postura más cómoda y como buscando atraer mi atención, seguía hablando con una dicción insuperable y una voz, que me pareció, encantadora y no a corde con los años que llevaba a cuestas... –cuando yo estaba joven no teniamos tantas oportunidades como ahora las tienen los jóvenes... tú te ves una buena muchachita, muy estudiosa, ¿te gusta la escuela?-
Respondí lenta –sí-. Prosiguio –si quieres un buen consejo, y si eres inteligente lo seguirás, no dejes de estudiar, lo que sepas hacer será una buena arma contra los hombres... tú eres muy chica para saber el daño que te pueden causar esos cabrones o ¿tú sabes lo que es ser chingada por un hombre?... Aún mas asustada, ante el cambio radical y amargado, de aquella señora que podría ser mi abuela, le respondí –creo que sí-.
Soltó una carcajada gigante, como contradiciendo mi decir y burlándose de mi ingenuidad... se quitó la pañoleta de la cabeza, para enseñarme su largo cabello mas cuidado de lo que me hubiera imaginado y me dijo –no, yo no te hablo de que te chinguen en la cama, porque eso al menos lo disfrutas-, ahora fui yo la que sonreí, -yo hablo de que te chinguen de verdad, sin medias tintas, hay hombres que acaban con la vida de uno y así terminas hasta pidiendo limosna con este sol de mierda... por eso tú ponte lista y si quieres un mejor consejo, nada mas deja que te chinguen en el catre, pero nunca que te chinguen la vida completita. Y ahora mejor vete, no quiero quitarte tiempo, ni que tú me quites posibles monedas-.
Efectivamente ya tenía diez minutos de retraso a mi primer clase de foto en Bellas Artes y después de todo, no sentí la necesidad de continuar la conversación, pues la anciana me provocaba miedo; además siempre huyo con enojo e impotencia cuando se que no puedo seguirle la conversación a alguien... sin embargo no me pude aguantar las ganas de preguntarle –¿y usted como se llama?-, ella tomó su posición original, aclaró la voz, miró el interior del vaso con mis dos monedas, ahora de ella, y dijo –me llamo Marisol, en el barrio los niños me dicen Doña Sol, yo creo que lo hacen porque saben que aqui me la pasó, viendole la cara amarilla, y tú muchachita, ¿como te llamas?-. Fue el único momento en que le respondí con mucha seguridad y evitando que el pánico se me escapara por la boca –Julia, yo me llamo Julia-.

Posteado por maritsol el Monday, February 06, 2006 a las 10:58 AM | Permalink